lunes, 14 de febrero de 2011

TRANQUILA, PERO NO TANTO


En estos días, han dejado un comentario en el último artículo preguntando cuándo se publicaría el siguiente y aunque sólo sea por este detalle, unido a la aceptación que ha tenido este blog, que jamás esperé y que conozco por el número de visitas que recibe a pesar de que no lo actualizo hace meses, me siento en cierto modo obligada a escribir ese nuevo artículo para dar una explicación sobre mi abandono temporal.

Antes de comenzar esta edición de Gran Hermano, pensaba que durante sus emisiones habría innumerables temas que tratar y que la Milá me daría muchas ocasiones para reafirmarme en mi opinión desfavorable sobre su actitud como presentadora o bien para rectificar si observaba algún cambio positivo. Pero lo que jamás esperaba es que tanto ella como el propio reality se desinflaran como un soufflé desde la primera gala.

Ya desde el inicio, no me gustó el perfil de los concursantes, ni la cabezonería de utilizar dos casas para separarlos, ni la decoración de ninguna de ellas. Para acabar de arreglarlo, cuando les unifican eligen la peor de las dos, una especie de limbo incoloro, con un dormitorio plagado de nichos que impiden ver y oír casi por completo lo que en ellos ocurre y donde tienen lugar incontables conversaciones, porque resulta que los grandes hermanos de esta edición son los más vagos y pasotas de toda la historia del concurso y pasan la mayor parte del tiempo acostados. Aun así, decidí darles una oportunidad porque esto ya me había ocurrido en años anteriores hasta que empecé a conocer mejor a los concursantes, pero tras algunas semanas (pocas) de observar con desgana y aburrimiento crecientes lo que nos mostraban, me descolgué de los resúmenes, de los debates y del 24 horas (que llegó demasiado tarde) y pasé de seguir incluso las galas, que dejaba de fondo y sin audio en mi televisor para reírme a gusto con las pintas de la presentadora y para presenciar el momento de las expulsiones, el de las nominaciones y alguna de las entrevistas (como la de la primera salida de Rubén), momentos que me ofrecían cierto morbo y algún interés (aunque tampoco demasiado).

Por eso no me considero legitimada en estos días para continuar haciendo críticas de la Milá puesto que apenas he seguido sus intervenciones y por lo tanto mis juicios no estarían debidamente fundamentados. Aun así, recordando que prometió ser imparcial en las entrevistas previas a la inauguración, me pregunto si con esto se refería a que iba a presentar cada gala como si acabara de tomar una dosis extra de tranquilizantes. Porque una cosa es ser objetiva o intentarlo al menos y otra muy diferente ponerte ante las cámaras como si sólo te preocupara el momento de acabar, demostrando muy poco o ningún interés por el público, familiares y concursantes presentes, haciendo entrevistas sin ningún atractivo (acordes supongo con la falta de gancho de los participantes de este año) y mostrando lo ocurrido en la casa durante la semana con una falta absoluta de convencimiento.

Desde luego, tengo que reconocer que lo que pasa en Gudadalix es totalmente intrascendente y no ofrece para una gran mayoría (según se lee en foros y redes sociales) el menor interés, pero se supone que Mercedes cobra para vendernos esa moto, tal como ha intentado hacerlo con los fallos y trampas de la Organización durante estos años. La ultima aún muy reciente, en la gala de expulsión de Catha, al aconsejarle "la súper" descaradamente a Terry ante toda la audiencia que eligiera un circuito determinado en la ruta preparada para acceder a las nominaciones, porque en él encontraría más piedras (equivalentes a votos). Y así fue, había más y bien a la vista y esto la convirtió en la concursante con mayor número de piedras (y de votos por tanto) entre todos sus compañeros. La explicación posterior, ante las protestas indignadas que desencadenó el mencionado favoritismo hacia Terry, empeoró aun más el malestar de la audiencia en lugar de aminorarlo porque fue tan increíble y tan estúpida, que ni un niño pequeño se la hubiera tragado y nos dejó a todos la sensación de que indudablemente toman por tontos a los espectadores.

Imagino que a estas alturas, algún lector me acusará de cargar contra Mercedes en meses anteriores por excederse en su cometido y por todo lo contrario en la actualidad y debo reconocer que no le faltará razón. Lo que ocurre es que precisamente en esta edición aburrida, monótona y desastrosa en todos los sentidos es cuando más se hubieran necesitado los recursos, la experiencia y la supuesta profesionalidad de la presentadora, para intentar enmendar dentro de lo posible con el entusiasmo que siempre demostró, los efectos del lastimoso casting y la patética puesta en escena que han llevado a cabo en esta ocasión. Porque ser imparcial no implica que no pueda dar su opinión o incluso mostrarse dura con algún concursante que haya tenido comportamientos reprochables dentro de la casa, sino que esto sólo lo debería hacer sin faltar a la ética ni al respeto que se les debe como personas, cuando el interesado ya estuviera fuera del juego y por lo tanto no pudiera perjudicarle con sus palabras para la consecución del deseado premio.

Ignoro si la apatía de Mercedes es una consecuencia del nulo entusiasmo que ha despertado la doceava edición aun en curso, el efecto de alguna orden recibida de sus jefes para que modere sus manifestaciones partidistas de otros años o un síntoma depresivo por los modelitos que se ve obligada a vestir cada semana, ya que difícilmente se puede mantener una actitud digna o animada envuelta en esos inenarrables atuendos. Y me pregunto si el grotesco espectáculo que nos ofrece con ellos casi cada semana, está ocasionado por la falta absoluta de talento de los estudiantes de moda que los han engendrado o por la incompetencia de los encargados de elegir entre los diseños presentados, aunque si son los mismos responsables del casting, de la decoración de las casas o de las soporíferas pruebas con que castigan a los concursantes y a la audiencia, se puede entender fácilmente el desastre.

Mucho han de cambiar las cosas en la próxima edición, suponiendo que llegue a tener lugar, para que se recupere la ilusión por ese formato que han masacrado con tantos cambios absurdos e innecesarios a lo largo de los últimos años. Y ya no veo tan lejana la posibilidad de que nos liberemos al fin de la Milá porque tal y como lo esta haciendo en esta edición, igual daba que hubieran puesto al frente a Yola Berrocal o a María Lapiedra, por poner algunos ejemplos de mujeres sin personalidad. No digo que la Milá no la tenga o no la haya tenido para bien o para mal, pero este año o la perdió inexplicablemente o se la deja en casa antes de cada gala.